Esta no es la historia de una canción. Es la historia de un disco. De una joven cantante de flamenco, de un consagrado pianista en la órbita del jazz, y, quizás de forma oculta, de una perdida cantante de boleros en la luminosa Barcelona del año 1996. Quiero comenzar esta historia con una de las mejores descripciones de nuestro género, realizada por Jordi Saladrigas, precisamente en la presentación de nuestro disco:
«¿Qué es y para qué sirve un bolero? Un bolero es una melodía nocturna y próxima, olorosa y frutal, que sirve para llorar, para adorar, para abrazar como la hiedra, para apagar un loco amor que, más que amor, es un sufrir; para olvidarse del tiempo, del mundo y de todo; para ver la luz al otro lado de la luna, para borrar antiguos besos en los besos de otras bocas; para pedirle a un reloj que nunca amanezca. Un bolero es la última oportunidad para cortarse las venas con el filo de una metáfora antes de hacerlo con el cuchillo del pan.»
Free Boleros es un encuentro entre el bolero y el jazz, dos géneros que, aunque parecen distantes, comparten una profunda conexión emocional. Grabado en directo durante tres noches del verano de 1996, cuando Tete Montoliu y Mayte Martín se reunieron en el Convento de Sant Agustí, dentro del Festival Grec de Barcelona, para interpretar juntos una docena de boleros clásicos. Estas grabaciones configuran este disco. Un proyecto íntimo que nació de un encuentro casual entre Tete y Mayte. De forma purista, la propuesta era ambiciosa: llevar la profundidad narrativa del bolero a un terreno más abstracto, donde la improvisación del jazz pudiera enriquecer su estructura clásica.
El resultado es un álbum que emociona desde los primeros acordes. Las canciones, todas interpretadas con una honestidad desgarradora, son reinterpretaciones de boleros tradicionales, pero con un enfoque único. La voz de Mayte Martín conecta al oyente con recuerdos extraviados, mientras que el piano de Tete Montoliu crea paisajes sonoros emocionales que nos arrastran a ese lugar donde una vez fuimos. Temas como «Contigo en la distancia» o «Nosotros» adquieren una nueva vida, fieles a su esencia pero rebosantes de frescura.
En este diálogo musical, Free Boleros se convierte en un homenaje al bolero como género y como lenguaje universal del alma. Es también un tributo a las raíces latinas y españolas de ambos artistas, quienes encontraron en el bolero una forma de expresar sus emociones más profundas. Pero, ¿saben algo? La inocencia no existe. Para llegar a esta perfección hay una vida y un alma detrás; hay historias, encuentros y desencuentros… amor y desamor. Sin esa dualidad, el bolero no existiría.
Mayte Martín: ella cantaba flamenco
Nacida en Barcelona en 1959, Mayte Martín, hija de padres malagueños, se crió escuchando los discos flamencos que su padre llevó en la maleta y los boleros que disfrutaba su hermano. Esta cantaora de flamenco encontró su destino musical en un encuentro casual con Tete Montoliu, según relata en una entrevista. Fue en un club de jazz de Barcelona donde todo comenzó. Mayte estaba improvisando un bolero, mientras Tete, espectador en primera fila, acababa de sentarse con un whisky en la mano. En un momento inesperado, Tete se levantó y le dijo al pianista: «Sal de aquí». El ambiente se llenó de tensión, pero Tete se sentó al piano y continuó tocando la misma melodía del bolero que Mayte interpretaba. Desde los años 50, Tete no había tocado con una cantante, y aquel instante mágico marcó el inicio de este proyecto.
De esa necesidad de capturar aquel momento surgieron estas pistas sonoras, que nunca fueron ensayadas y se grabaron en directo, logrando unir dos géneros de una forma magistral. En ese entonces, Mayte tenía 30 años, justo en el ecuador de su carrera, buscando conectar su alma rebelde con una nueva sensibilidad que el bolero le otorgaba. A partir de ese encuentro, Mayte Martín comenzó a alternar de forma libre y arbitraria discos de flamenco con discos de bolero, integrando este género en su repertorio y en su vida.
Tete Montoliu falleció en Barcelona en 1997, un año después de la grabación del disco, víctima de un cáncer de pulmón. Nunca llegó a escuchar a Mayte cantar flamenco, pero dejó un legado eterno que captura la magia de aquel encuentro y la belleza de este inolvidable diálogo musical.
Tete Montoliu: él tocaba el piano
Cuando se grabó este disco, Tete Montoliu era uno de los maestros indiscutibles del jazz europeo. Nacido en Barcelona en 1933, Tete fue ciego de nacimiento y comenzó a tocar el piano desde muy joven, influido por su padre, que era director de orquesta. Su inclinación hacia la música de jazz se debe a la influencia de otro pianista ciego, Art Tatum, cuyo estilo lo marcó profundamente.
En 1954 inició su carrera profesional como pianista en la orquesta del bolerista venezolano Lorenzo González. Su talento no pasó desapercibido, y en el Hot Club de Barcelona conoció a Lionel Hampton, quien lo invitó a participar en una grabación en 1956. Dos años más tarde, en 1958, Tete tocó por primera vez fuera de España, en Cannes. Este evento marcó el inicio de su proyección internacional, llevándolo a tocar en ciudades como Berlín, Copenhague, París y Londres, así como en Estados Unidos. Sus colaboraciones incluyen nombres legendarios como Chick Corea, Paquito D’Rivera, Stan Getz y Stéphane Grappelli, entre muchos otros.
Pero lo que muchos no saben es que Tete Montoliu comenzó su relación con la música a través de los boleros… y hay más. Una tarde, mientras salía con amigos, un joven Tete, de apenas 22 años, entró en La Parrilla del Alcázar, donde actuaba la orquesta dirigida por su padre. Allí, sentado en primera fila, escuchó una voz que lo cautivó por completo. Fue un flechazo inmediato. Desde ese día, se convirtió en un espectador habitual, regresando noche tras noche para escuchar a la cantante, bajo la mirada atónita de su padre, quien conocía bien la naturaleza enamoradiza de su hijo.
Ella, intrigada, preguntó quién era ese chico con gafas oscuras que siempre se sentaba en primera fila durante sus actuaciones. «Es Tete, el hijo del director; está empezando como pianista», le respondieron. Apenas un año después de conocerse, se casaron. Ese encuentro marcaría no solo la vida personal de Tete Montoliu, sino también su conexión emocional con el bolero, un género que permanecería ligado a su historia para siempre.
Pilar Morales: Ella cantaba boleros
Corría el año 1955 cuando Pilar Morales (Marianao, Cuba, 1931) llegó a España. Era hermosa, muy joven, educada y elegante, con una voz grave, peculiar, afinada y cálida. Al cruzar el océano, dejaba atrás años de intentos poco fructíferos por hacerse un lugar en el panorama artístico y musical de su isla natal. Provenía de un hogar de músicos: su padre, Evelio, tenía su propio conjunto. En Europa, Pilar formó parte de diversos grupos musicales y empezó a ganarse el apodo de «La voz del trópico». Incluso llegó a cantar en escenarios tan prestigiosos como el Olympia de París. Finalmente recaló en Barcelona, donde se unió a una orquesta integrada por músicos cubanos y españoles. Entre ellos se encontraba Vicente Montoliu Meliá, el padre de Tete, quien dirigía la orquesta.
Una noche, el joven pianista ciego decidió visitar a su padre. Allí escuchó la voz de Pilar por primera vez y, años después, reconocería que se enamoró perdidamente de ella: “A partir de aquel día, todas las noches acababa casualmente en el Alcázar, ante la indiferencia de mi padre, que pensó que sería un ligue más”, confesaría Tete Montoliu a su biógrafo, Miquel Jurado. La atracción fue mutua. Pilar Morales y Tete Montoliu se casaron en Barcelona, en la Iglesia de Los Ángeles, el 5 de abril de 1956. Apenas un año después de la llegada de Pilar a Barcelona, la pareja ya trabajaba en diversos night clubs. Cada uno desarrollaba su carrera por separado, Pilar con su cálida voz y Tete al piano, con sus respectivas orquestas y músicos habituales.
La pareja tocaba regularmente música latina en el Atelier Club, en la plaza Calvo Sotelo, cuando llegó a Barcelona el célebre vibrafonista norteamericano Lionel Hampton. Tete y Pilar asistieron como público al concierto que Hampton ofreció en el Windsor Palace, pero, al concluir, Tete subió al escenario donde el vibrafonista aún permanecía y comenzó a jazzear en una memorable descarga. Aquella noche, el 13 de marzo de 1956, cambiaría el curso de la carrera de Tete Montoliu… y también la vida de Pilar Morales. El jazz, todavía minoritario en España, obligaba a quienes querían triunfar a salir y realizar giras internacionales. Esto supuso un dilema para Pilar: continuar con su carrera como cantante de boleros o convertirse en el apoyo esencial para su marido.
Miquel Jurado, biógrafo de Tete Montoliu, reflexionó en una entrevista con Sebastián Iñigo sobre esta decisión: “Yo creo que Pilar Morales sacrificó por Tete su vida profesional. Ella era una cantante de boleros con una voz sumamente profunda y muy potente, que pudo haber hecho grandes cosas en el mundo del bolero. (…) Siempre nos quedaremos sin saber si la voz de Pilar Morales podía haber explotado o no, pero ella escogió la familia, escogió a su compañero, y eso siempre tendremos que agradecérselo”.
La pareja se trasladó fuera de España para que Tete pudiera labrarse una carrera internacional. En este período nació su única hija, Nuria. Mientras tanto, Tete se hacía cada vez más reconocido como pianista, y Pilar aceptaba cada vez más su rol como apoyo familiar. Aunque Pilar se alejó de los escenarios, su voz y su influencia resonaron siempre en la vida y el arte de Tete Montoliu. Su sacrificio y amor incondicional hicieron posible que el genio del jazz europeo desarrollara plenamente su talento, dejando un legado imborrable en la música.
«Pilar Morales no cantó nunca más para el gran público, y sus anhelos de triunfar delante de un micrófono engrosaron el pasado perfecto de su vida. Y un día —veinticuatro años después de aquella noche en que escuchó por primera vez la voz de la cubana— a Tete Montoliu la fama, el tiempo o quién sabe qué, le cercenó el amor. Aunque el divorcio se formalizó años después, en 1993, los mismos prejuicios que le impusieron más de un deber inexplicable le impedían ahora a Pilar rehacer su vida.» (1)
Curiosamente, Pilar nunca volvió a su país hasta que su hija Nuria la llevó poco antes de su muerte. Pilar Morales falleció en Barcelona el 7 de julio de 2022.
Me gustaría pensar que Free Boleros puede entenderse como un tributo implícito a Pilar Morales. Aunque su nombre no aparece en los créditos del disco, su espíritu lo atraviesa. Cada interpretación de Tete parece cargada de una emoción personal, como si, a través de las notas del piano, estuviera rindiendo homenaje a la mujer que lo inspiró.
La influencia de Pilar Morales va más allá de su papel como compañera de Tete; ella es la conexión invisible que une el bolero con este proyecto. Su amor por este género y su legado como intérprete resuenan en cada canción, haciendo de Free Boleros una obra profundamente personal y emotiva. Es una prueba de cómo el arte, como el bolero mismo, puede ser un acto de amor eterno.
Una noche, un hombre entra a un club, se sienta en primera fila, pide un whisky y empieza a escuchar una voz… un bolero… entonces…
BONUS
dsdss
(1)Especial agradecimiento a la periodista Rosa Marquetti Torres y su web desmemoriados que me permitio conocer a Pilar Morales