De esos libros , que al descubrirlo en una librería, quedas atrapados desde el título. Su cuidada edición termina por seducirte y llevarte a la caja. Pides, con sentimiento culpable, que lo envuelva para regalo, aunque sea para ti, por el mero placer de rasgar la envoltura antes de empezar a leer. Buscar el espacio y lugar oportuno para sumergirte en sus páginas y de pronto descubres que no es lo que esperas
Ni están todas las que son ni para mi gusto son todas la que están. La escritora francesa Aude de Tocqueville es la autora del Atlas de las ciudades perdidas. Un bonito proyecto no pleno por los distintos focos que emplea en su selección de ciudades en los distintos continentes. Al final tenemos una mezcla de ciudades, que realmente deben de estar en ese mapa, con otras anecdóticas o vulgares, algunas destruidas o que continúan vivas en su irrelevancia.
Pero a servido como interruptor para pensar en esa geografía extraña formadas por recuerdos, sueños y anhelos si tienes alma de viajero.
Porque al final la fascinación de una ciudad perdida está en la capacidad de crearnos ensoñaciones. Sus calles, edificios, plazas están hechas del tejido que crean los sueños. El halo romántico que nos impulsa a buscarla, a visitarla
En las ciudades perdidas no subyace lo físico sino también el plano icónico, la representación de lo que fue y significó. Entonces el atlas se abre de forma prodigiosa, no en el libro sino en nuestra mente.
Una primera categoría de ciudades pérdidas son las que han dejado de existir. En el libro hay buenos ejemplos como Cártago, Leptis Magna, Bam… Pero se echan en falta ciudades como Troya, Palmira, Petra, Babilonia, Persepolis, Cnosos … una larga lista sin explicación
Pero la selección más fascinante está en la que existen, pero no en espíritu. Cabrera infante llamaba a su Habana “la ciudad perdida”. Ramón Ventura con respecto a la ciudad de Tánger explicaba “nací en una ciudad que ya no existe y en un país que no existía”. La realidad es que cuando vas al encuentro de ciudades como Roma y visitas sus antiguas ruinas o en Atenas te encuentras antes la Acrópolis entramos en contacto con la ciudad perdida, con lo que fue y representaba. Si algún día emprendes el camino a Tombuctú , Samarcanda o donde tu brújula te lleve puedes hayar el espíritu de una ciudad perdida . Al encuentro con un pasado, una historia o una fascinación
Hay otra categoría todavía más curiosa que son las ciudades que nunca existieron pero que han ejercido de ciudades perdidas, han provocado viajes, locuras o muertes Dentro de esta sección tenemos a Eldorado, Shangrila o Atlantis. Marc Augé decía “ciertos lugares no existen sino por las palabras que los evocan” ‘Son aquellas ciudades que te encuentras a pasar una página de Salgari, Verne, Borges , Conrad o Stevenson. Las visitas en tu imaginación y de alguna forma se queda en tu memoria como un viaje pendiente que algún día harás.
«Soñar, ir tras lo desconocido, buscar la belleza es una recompensa en si mismo. El hombre debe de perseguir lo que excede a su comprensión sino para que existe el cielo. Quiero buscar una ciudad perdida» De la película Z la ciudad perdida
La única representante española del libro es Seseña según la autora el desarrollo urbanístico que se hizo en los terrenos de esta ciudad de forma chapucera por el pocero también es una ciudad perdida. No Aude, no puedo considerar ni de lejos esa aberración en la categoría de ciudad perdida. Las ciudades continuaran naciendo y muriendo, no todas tendrán esa categoría de perdidas si en sus formas no han llegado por un espacio, aunque sea breve, a cautivar e inspirar el alma humana.
Cierro con la frase de Italo Calvino prólogo del libro, “ El catálogo de las formas es infinito: hasta que cada forma no haya encontrado su ciudad, seguirán naciendo otras ciudades. Allá donde las formas agotan su variación y se deshacen comienza el fin de las ciudades”. Las ciudades invisibles. y exactamente en ese final empieza la leyenda o no.