EL TIEMPO ENTRE COSTURAS

La novela de María Mañas tiene la virtud de la cuadratura del círculo. Mas allá de su trama y personajes existe el protagonismo de un tiempo y cuatro espacios cardinales: Madrid, Tánger, Tetuán y Lisboa. Otros mundos tan diferente a sus realidad actual. En 1990 llegue a Tetuán, un mes de agosto maravilloso que viví con la comunidad sefardí que por esa fecha eran todavía abundante. Todavía desconocedor de gran parte de la historia tuve el privilegio de intuir fantasmas y acontecimientos en una fiesta de adolescente en el casino judío, en el aire parado de una sinagoga antiquísima incrustada en la medina o en la dorada arena de Rio Martín, en el magnifico piso colonial con su bañera de mármol que me dejaron frente a la casa de España y en los raros ojos de Cristi que años después me dijeron que se había marchado a nueva york en esa nueva diáspora al margen de la historia que hicieron los judíos de Tetuán. Vivencias parecida viví cuando conocí Tánger en 1999 donde arribé si conocer directamente al Minzah y enamorado de esa ciudad empecé a bucear en su pasado. Lisboa y Estoril llegaron mas tarde y curiosamente al toque de saudade pero con mas «morna» que «fado». Madrid es una ciudad que continuamente redescubro. La percibo distinta a cada etapa de mi vida. Y curiosamente estas coordenadas , ese tiempo y esa reivindicación de la vidas anónimas hacen de esta novela un equilibrado acierto en forma y fondo. Entrar sin querer, como Sira Quiroga, en esa vidas hace mas apetecible la aventura de vivir.

 

Hace pocos días descubrí que el pub Americain de la  rue al-Moutanabi en Tánger estaba abierto. En una fecha  indeterminada del siglo pasado se cerro y en este siglo XXI se ha vuelto a abrir con el mismo mobiliario y decoración producto de una economía de medios no por un interés conservacionista. No hay que dejarse confundir por el nombre porque dentro esta un trozo del metro de Londres, los azulejos pintados de una antigua navidad, la foto de Churchill y un color rojo degastado que configura un aire decadente de difícil clasificación. Seguro que esta fantasmal reapertura no será por mucho tiempo pero mientras tanto merece la pena tomarse una Casablanca bien fría acompañando  al pasado aunque en el salón hayan puesto una televisión donde la cadena  Al-Yazira retrasmite un partido de futbol del Barcelona. Despuntar las costuras del tiempo forma parte de los pequeños placeres de la vida

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